Fue ese día en que Benito con 12 años conoció a su nuevo mejor amigo, un celular. Después de ese día todo cambió. El primer año no lo tomaba mucho en cuenta, es más, a veces ni siquiera estaba presente. Ya en su segundo año, los dos se acercaban de vez en cuando, aunque más seguido que el año anterior. Un año después, con 14 años, lo sentía cada vez más presente y, de vez en cuando, iban juntos al colegio a escondidas de sus padres, ya que su edad no se lo permitía.
Luego de 2 años, comenzaron a estar siempre juntos, se volvieron más cercanos y él cada vez lo necesitaba más. En el alrededor de Benito tener celular era común, todos tenían a ese mejor amigo, que era distinto para cada uno. Durante sus últimos años del colegio, era muy cercano a su mejor amigo, eran casi dependientes uno del otro. Le daba carga y el celular, a cambio, le entregaba diversión. Le tocó entrar a la universidad y era inevitable no tener un mejor amigo de ese estilo, ahora era como si Benito y su mejor amigo fueran uno solo, dormían, comían, e incluso iban al baño juntos, en fin, hacían casi todo juntos. Al pasar los años ya eran la misma persona, el mejor amigo de Benito ya estaba en su interior, los dos tenían la misma rutina, una especie de adicción y dependencia entre ambos. En la adultez, pensaba en dejar a su gran amigo y poder hacer un cambio en su vida, poder centrarse en lo que implicaba una vida de adulto y no estar siempre pendiente de un celular.
A sus 60 años, ya había tratado varias veces de dejar a su mejor amigo de lado, pero al parecer no había escapatoria, definitivamente su mejor amigo se adueñó de él, el día de la muerte de Benito, fue recién el día que se separaron los amigos.