A la reflexión que nos invita Cortázar en “El diario a diario”, es que los objetos cambian según quién lo vea, o sea por el contexto en que se encuentra, y según el sentido que la gente le da. El diario es un diario cuando lo que se busca de él es informarse de acontecimientos del momento; noticias, anuncios, entre otras cosas, pero si ya se leyó, pasa a ser papel insignificante, hasta que se usa de otra forma, como empaquetar acelga. Esta idea de que el diario cambia según su utilidad la podemos aplicar a más objetos. Los relacionamos con cosas del día a día, como la basura, que es para muchos nada más que residuos sin uso útil, pero que, para la gente en condiciones precarias de vida como indigentes, es un lugar del que buscar comida, o remedios, incluso para buscar cosas como cartón para abrigarse. Pero el ejemplo que sin duda destaca más es el dinero.
A diferencia del diario, el dinero es un medio que se usa para obtener bienes, servicios o capitales, y quien lo maneja lo usa según el valor que él le da. Pero el dinero a fin de cuentas es papel, monedas o números, somos nosotros quienes en nuestro interior le damos un valor. Por ejemplo, un apasionado del fútbol le da más valor a ir a un estadio que alguien que no le gusta, o sea, pagaría por ver un partido de fútbol. El dinero puramente no es nada, sino el valor que le das al que tienes al comprarlo o invertirlo, incluso ahorrarlo. Depende de quién lo posea y lo que decida hacer con él.
El cuento del autor argentino ejemplifica de buena manera que los objetos significan sólo según quién los vea, y el dinero es relacionable con el análisis al que invita Cortázar.